miércoles, abril 05, 2006

aromaterapia

Hay un aroma que me trae el viento, seguramente de la casa vecina, aroma a flores del concentrado de una botella. Una botella de contenido rosa que se disuelve en agua para poder imaginar con el olfato, que uno está en el campo mientras está en casa.
Trato entonces de reconocer el aroma que me viene de adentro, en estos días de respiración entrecortada y pánico psíquico. En mi esfuerzo de cumplir con planes de vida, me interno en la isla más que nunca, y cuando me doy cuenta de aquello, retrocedo sobre mis pasos y noto mi dependencia de otros. Terrible revelación. Mi autosuficiencia es suficiente para darme con un ladrillo en la cabeza y decirme “necesitas a los otros”. Miro a mi alrededor y pretendo recuperar los lazos rotos por mí misma. Irrecuperables ya. Quizá las otras partes no lo sepan, quizá ni hayan pensado en aquello, pero es cierto sí, que yo pienso más en ellos que ellos en mí. Vuelvo a tomar un sorbo de aire con esfuerzo, y puedo sentir que proviene de otros seres como yo, perturbados al ver su interior como verse frente a un espejo perfecto. Ni más delgados ni más gruesos. Tal cual. Si me viese gorda, sabría entonces que dieta y ejercicios lo equilibrarían todo, y si estuviese delgada también. Pero, ¿cómo saber lo que hacer con la imagen interior? En estos días de purga y desempolvo de mis sesos, no logro coger a mi espíritu, quiero tomarlo y pasarle un trapo húmedo, como para sacarle toda la mugre sin levantar más polvo, luego pasarle un paño bañado de alguna solución de esas que huelen a mar, o a campo, o a flores...y quizá hasta a bebé; y poder pulirlo, y dejarlo brillante. Pero no puedo. No se deja atrapar. Se desliza como la arena entre las manos, como mi esquivo gato, al que solo puedo tener entre los brazos cuando duerme.
Vuelvo a tomar sorbos profundos de ese aire, el que viene de la casa vecina, para pretender que viene de mi interior, y con la esperanza de que ese aroma dure hasta que este intento de purga cese.